Desde la crisis financiera de 2008-2009, el comercio mundial ha frenado de forma duradera y estructural. Esto ha sido inmediatamente evidente. El comercio se compone en gran parte de bienes manufacturados, cuya demanda es más cíclica que la de los servicios y la de los productos agrícolas. Las inversiones, que incluyen una parte elevada de importaciones, además son más volátiles que el resto de la demanda. El hecho de que las exportaciones incorporen cada vez más insumos intermediarios importados acentuó el carácter cíclico del comercio. Por último, durante una crisis financiera aguda, la restricción de los créditos comerciales y el deterioro de las garantías (más indispensables aún para las exportaciones que para las transacciones nacionales) limitan el comercio internacional.