¿Hay que ser obligatoriamente grosero, vulgar y exagerado para ser lo bastante incorrecto y tener así una posibilidad de ser elegido? Después del referéndum británico sobre el Brexit, el resultado de la elección presidencial americana parece atestiguarlo. La emoción es la regla, el tweet el lenguaje, la mentira el argumento. Y al igual que en la red, todo vale, el insulto como un verdadero racionamiento, con eficacia electoral cierta. Pueblos o élites, gobernantes y gobernados, todo el mundo democrático parece haber abandonado la razón en pos de pasiones emotivas más o menos bien expresadas.